esperando el bus

ESPERANDO VIAJAR


Vivo a nueve kilómetros del pueblo-ciudad más cercano que se llama San Javier del Loncomilla, debido al río que está a sus pies.
Mi parcela es pequeña. La casa se encuentra al borde de la carretera.
Cuando llegué a este lugar la carretera era de tierra, no había luz eléctrica y escasa locomoción pública.
Creo que existía una mayor solidaridad en las personas que circulaban con vehículos motorizados. Yo mismo mantuve durante algunos años un pequeño furgón y cuando encontraba en el borde del camino gentes esperando las llevaba si tenía sitio. Lo mismo hacían otros vecinos a pesar que nos conocíamos poco o nada Desde luego cuando se hacía “stop” o “dedo” era fácil que nos diesen el “aventón” (como dicen los mejicanos) hasta la ciudad próxima.
Lo anterior ocurría hace treinta años.
Cuando en la actualidad los días en que salgo me coloco en el exterior del portón de mi campo pasan con mucha frecuencia autos lujosos con un solo ocupante que no se dignan dirigirme la más mínima mirada. Incluso ¡ironía! me pueden raramente hacer un saludo con la mano.
Mi campo está en una zona de cuesta y curvas, por lo que los autos no pueden ir a un exceso de velocidad. En muchas ocasiones, advierto que cuando me ven instintivamente aceleran su vehículo. ¿Temerosos de que pueda hacer alguna señal pidiéndoles traslado? Me resulta curiosa esa extraña reacción.
Como hay más locomoción pública en la actualidad, raramente hago señal alguna para que me lleven. En caso de urgencia he intentado hacerlo y escasamente con éxito.
Hace unos cuatro años trabajando con un machete, debido a un rebote me saqué una lonja de carne de mi brazo izquierdo. Mi esposa me hizo un vendaje de emergencia, Era verano y llevaba el brazo desnudo. Me urgía llegar al hospital para intentar que, antes que la herida se enfriase, me pudiesen limpiar y suturar el pedazo de carne colgante. Eran las 13.00 hrs a.m. Pasaban mucho vehículos. Yo señalaba mi brazo herido. Solamente una hora más tarde un camión se detuvo de mala gana. Cuando supo del percance tuvo la gentileza de llevarme hasta el mismo hospital.

Hoy, como otros días, salí a hacer las últimas compras de vituallas para los días feriados. Viendo la multitud de autos ocupados por solamente el conductor, me divertía viendo lo importantes que se sentían, Por otro lado también pasaban humildes y viejos vehículos conducidos por pequeños y, aun, pobres campesinos de sombrero alón de paja. Estos jamás me han llevado. Pasan muy tiesos aferrados al volante y si me miran (muchos de ellos me tiene que conocer) la expresión que me parece adivinar es la de
· ¡Infeliz tonto! ¿Por qué el desgraciado no tiene auto?
Muchos de ellos se privan de parte de su alimentación para tenerlo. Yo me río pensando que, finalmente, gastan la otra parte de su hacienda en médicos debido a su mala y desequilibrada alimentación.
Efectivamente, en mis viajes semanales en autobús compruebo fácilmente el tipo medio de la alimentación de mis vecinos. También conversando o escuchándoles sus dolencias. , Ya jóvenes casi siempre diabéticos, con presión arterial alta, hígados en mal estado, colesterol…
A veces camino con gusto los dos kilómetros que me separan de la carretera principal par, hacer un poco más de ejercicio. Aventura peligrosa porque la carretera carece en muchas partes de bermas y, por lo demás, los “ases del volante” parecen incapaces de mantenerse en el centro de la pista acercándose peligrosamente a las rayas blancas al lado de las que yo, obligadamente camino. Como tengo un excelente oído cuando les siento muy acelerados optó por meterme entre los matorrales del borde.

Bueno estas son algunas de mis reflexiones acerca de mis viajes a la próxima ciudad.

ooooooooooooo

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