LA DANZA (I)
Ella me conducía tomado por la mano en la noche tenebrosa. Sobre nuestras cabezas, lejanas, titilaban las estrellas. Su mano, firme y áspera estaba llena de fuerza; me trasmitía algo cálido y amistoso. °°°°°°°°°°°°°°° Estoy caminando inútilmente por esta carretera solitaria. Hace mucho tiempo que no pasa vehículo alguno. Anochece. Mi experiencia me enseña que nadie se detendrá para llevarme en esta hora. Temen un asalto. Les comprendo. A mí se me ocurriría algo semejante. Camino ya en forma automática debido al cansancio. Debo buscar un espacio donde dormir. Quizá temprano, un madrugador me recoja. Puede ser que no vaya muy lejos. ¡No importa! ¡Ojala me saquen de esta carretera secundaria hacía otra con más movimiento. ¿Cómo encontraré un lugar apropiado para extender mi saco de dormir? Las bermas son estrechas y luego caen verticalmente hacía el valle. Con la oscuridad reinante me es difícil distinguir una terracita o un repecho convenientes. ¡Me