YO VIVI EL TSUNAMI DE 1960 EN CORRAL (chile)















22 de Mayo de 1960 TERREMOTO Y TSUNAMI EN Corral

Han pasado 55 años de esos días en que viví y participé de acontecimientos tan trágicos que ni siquiera en esos momentos me daba cuenta de ello. Hoy, a pesar del tiempo transcurrido, los acontecimientos que viví los recuerdo con fuerza y, aparente claridad. Pienso que hay que desconfiar de las “trampas” de la memoria. Desde luego esas trampas que deforman el pasado pueden ser menos evidentes porque no me he sentido nunca ni héroe, ni victima de esos acontecimientos. En realidad los viví un tanto ingenuamente. Algo que “sucedía” y sobre lo que en aquellos momentos no cabía sino adaptarse a las circunstancias, actuar consecuente con uno mismo.

Con frecuencia ahora digo que tuve miedo durante estos acontecimientos. No es exacto. Tuve “momentos de miedo”. Especialmente en las noches cuando se sucedían casi continuamente los primeros días las “réplicas” o sismos residuales. Aunque el tsunami no alcanzó a la casa que arrendábamos que estaba sobre uno de los antiguos fuertes españoles El san Sebastián. Incluso la ola solamente salpicó, quizá barrió el patio del fuerte que estaba a unos dos metros bajo nuestra casa.
Durante todos los acontecimientos de ese día mantuve una tranquilidad activa que me sugería las condiciones posibles y racionales de actuar en cada momento.

Quiero empezar la narración de mis recuerdos desde el día anterior Era el primer 21 de Mayo que vivía en Chile. Fin de semana largo como se dice ahora. Dos días festivos seguidos. No recuerdo si escuché por la radio algo del discurso del Presidente Jorge Alexandri. Siquiera si este tuvo lugar ya que el primer terremoto de los tres primeros de Concepción, Lota y Coronel se dio a las 06.02 hrs.
Lo que sí recuerdo es que las radios daban noticias respecto a la destrucción causada en la región del Bio Bio me recordaban por la histeria de los locutores las noticias del tiempo de guerra en Europa sobre todo en los momentos que se anunciaba un Bombardeo y después en las descripciones de las destrucciones y número de víctimas.
Era un día asoleado y tibio. Los niños de las escuelas desfilaban vestidos de marinos tocando pitos por las calles. Eso me llamó la atención. Creo que no tenía idea de la festividad que recordaba el hundimiento de la Esmeralda y la muerte del héroe nacional Prat.
Las radios se cuchaban a todo volumen y como el día era cálido las ventanas y puertas de las casas estaba frecuentemente abiertas. Creo que salí a dar una vuelta por el pueblo. Del resto del día no recuerdo nada.
Los del equipo del que yo participaba habían ido a Valdivia a una de sus reuniones mensuales juntarse con el cónsul Jooris. Sin duda habíamos quedado solamente en la casa el profesor de origen mapuche Sigifredo y yo. Debí escuchar radio y como solamente conocía de Chile Santiago, Valdivia y Corral, los detalles acerca de los terremotos y lugares se me perdían .Todos ignorábamos aun que a las 15.55 sobrevendría en la misma región otro y el tercero solamente 15 minutos antes el nuestro en Corral.

Ese día en la noche se celebraba una boda de cierta importancia. En Corral había una sola panadería,El dueño era un español con una historia un tanto curiosa. Había llegado hacía muchos años a Corral muy pobre. Fue contratado por el dueño (¿español?) de la panadería como asalariado y trabajó con él durante varios años. Cuando el dueño de la panadería murió sin descendencia le dejó la panadería como herencia.
El día 21 su hija única se casaba y a la vez en su prospera panadería inauguraba el recién comprado horno eléctrico. La panadería estaba instalada en una muy buena casa de dos pisos, al pie de los primeros cerros del camino a Amargos.
En Corral estábamos tres españoles. El dueño de la panadería, un albañil jubilado que vivía en un cerro y yo llegado recientemente.
Indudablemente fui invitado a la fiesta. Dado que no me gustan las fiestas, desconocía aun a todo los asistentes y carecía de una ropa conveniente, no fui a la fiesta. Esta tuvo lugar sin incidentes con gran cantidad de invitados y los recién casados partieron en viaje de novios con el primer barco de la mañana rumbo a Valdivia. Todo su equipaje y regalos quedaron bajo la custodia de su padre


El 22 de Mayo era un día tan tibio como el anterior. Las radios seguían histéricas
De aquella mañana de ese día no recuerdo nada. Ni siquiera si alguien nos preparó la comida o la hicimos nosotros mismos ya que no estaba Marie. Sin duda yo estaba bastante aburrido como me solía acontecer los días feriados.
Lo que empiezo ya a recordar con fuerza es que después del almuerzo llegaron varios jóvenes conocidos que después de conversar un poco me invitan a ir con ellos a ver un partido de basquet en la cancha del liceo nuevo de Corral Bajo. Aunque eso no me interesaba por darles gusto partí con ellos.
El Liceo estaba un poco más allá dalle pequeña Feria que funcionaba la mañana vendiendo verduras y pescado prácticamente en el borde de la marea alta de la playa barrosa de Corral Bajo. La cancha de basquet estaba separada del comienzo de la playa por un muro de piedras apiladas de unos cincuenta centímetros de altura Con mis amigos y otros jóvenes, muy pocos, nos fuimos a sentar en el muro. Entonces yo digo bromeando:
  • !Cuidado “cabros” no sea que vega un terremoto como el de Lota y caigamos todos con las patas para arriba!
Comienza el partido del que yo no entendía nada ya que era el primer tapido de basquet que veía en mi vida.
De repente, eran las 15,11 repentinamente se desencadenan los brutal remezónes y todos saltamos hacia el medio de la cancha. Yo veo como una alta chimenea de uno de los edificios oscila de manera alarmante y trato de calcular si me alcanzará. No cae. Siento que tengo que abrir mis pies para mantenerme en equilibrio como en el mar picado cuando viajé en el barco a Buenos Aires.
Miro hacia la bahía en dirección de Niebla. Hay como una neblina o polvareda en la costa de enfrente y creo ver que se derrumban cosas ¿tierra o, los muros del fuerte?... hacia el mar. Los jóvenes que me acompañaban, muchos procedentes de los cerros que estaban a nuestra izquierda (mirando al mar), señalan como se mueven las casas de los cerros. Quizá hay algunos derrumbes pero las casas de madera se mantienen firmes. Los jóvenes parten en desbandada cuando se calman los remendones casi todos hacia los cerros vecinos. Yo decido ver que ha ocurrido con nuestra casa sobre el fuerte.
La casa en que vivíamos se arrendaba al representante de los Altos Hornos de la Aguada que hacía unos dos años estaban paralizados. Era una casa de madera bien construida, probablemente para uno de los Ejecutivos importantes.
Me dirigía hacia la Puntilla avanzada de Corral Alto que ocultaba el puerto y los Fuertes. Para ello debía pasar por la Feria.
La Feria era una hilera de pequeñas casas, generalmente de dos pisos que estaban en el bode derecho de la calle que corría desde el borde del Liceo hasta un pequeño puente estilo chino sobre un esterito de poca agua. Pasado el puente se llegaba a la calle que bordeaba la Puntilla que por un lado llevaba al muelle y por otro lado recorría el borde de Corral Bajo hacia los cerros del fondo , unas ocho o diez cuadras.
Estas casias, cuando funcionaba la Feria , abrían su parte baja y extendían sus mercaderías afuera. Cuando llegué cerca de la Feria vi una estampida de gente , especialmente mujeres, y perros que se dirigían hacia el pequeño puente.
Algunas decían, quizás gritaban:
  • !Salida de mar!
Yo no entendía nada. Las seguí. Al llegar al puentecillo miré hacia abajo. El estero corría hacia arriba y no hacia el mar. Comprendí algo y seguí hacía el muelle.
Cuando doble la Puntilla y miré hacía el muelle vi que este estaba ya el piso cubierto por el agua. La lancha Prat a unos metros del muelle quería atracar y un marino les conminaba a no hacerlo entre los gritos de los pasajeros que se querían bajar. Escuchaba el vozarrón de Alejandro Deschamps el belga que volvía solo de Valdivia. Finalmente la Prat atracó y la gente saltó al muelle chapoteando en el agua. Supongo que la lancha se hundió con la segudar ola.

Volvían las sacudidas y pensé que estaría mas seguro en el Liceo. Retrocedí. Se me ha borrado el lapso de tiempo de mi vuelta, pero volví de nuevo a la plaza del muelle otra vez.
Era un revoltijo de escombros, sobre todo postes y cables de luz en el piso. Una mujercita sentada en un banco. Acerté a preguntarle:
  • ¿Esta plaza es un relleno?
  • Quizas, dijo ella
Yo recordaba haber leído que en estos terremotos se abren grandes grietas en que uno puede ser tragado. Es lo único que me preocupaba. Luego me dirigí hacia la calle que subía hasta nuestra casa. Vi que el hotel y las primeras casas de esa calle estaban demolidas parcialmente. No sé si llegué hasta la casa y entre. Desde luego estaba en pie y sin grandes problemas internos. Quizá esta allí ya Deschamps.
Salí de nuevo y me dirigí hacia Corral Alto, la plaza de la iglesia donde tenia mi pieza a un costado del dispensario. En el otro extremo estaba la pieza de Dominga la enfermeras flamenca. No llegué hasta mi pieza, Me detuve en el balcón natural que daba sobre el muelle a una altura de unos diez metros Enfrente comenzaba la áspera subida al cerro Milagros con casas a ambos lados. Allí estaban congregadas varias personas, no demasiadas. El panorama sobre la bahía era amplio, La subida de mar había sido tranquila . Es lo que se puede decir que fue la primera ola. Ahora estaba retrocediendo y arrastrando en su retroceso algunas casas. embarcaciones que gabán estado fondeadas frente al muelle. Especialmente la compañía de Bomberos que estaba con otras edificaciones alineada al pie de este balcón que estaba sobre ellas sobre la rocas pico. Abajo del balcón y detrás de estos pequeños edificios, varios de cemento, generalmente oficinas ,había unas enormes cavernas de boca ancha, evidentemente excavadas antiguamente por el mar. La compaña de bomberos que era de madera y de dos pisos ahora flotaba en la bahía y alguien tocaba en ella furiosamente la campana. En efecto, luego supe que era el cuidador quien estaba borracho y se había despertado. Afortunadamente cuando el mar terminó por retirarse dejó en seco el edificio y el cuidador pudo huir y salvarse.
En la bahía se encontraban tres barcos grandes. Entonces los barcos amarraban de mediano tonelaje se anclaban y se amarraban a boyas que estaban a una distancia de unos doscientos metros del muelle de pasajeros. Dos de ellos eran de la empresa Haverbeck de Valdivia. Eran antiguos barcos a carbón transformados para quemar mazout. Llevaban varios días limpiando las calderas y carecía de energia. Se llamaban el Carlos y el Canelo. El tercero que no se veía estaba amarrado en el muelle de la Usina al comienzo del camino a la Aguada. Era una motonave lista para partir. Su capitán y oficiales estaba almorzando en aquellos momentos con el capitán Bustos comandante del puerto,justamente en las dependencias del comienzo del muelle Fiscal o de pasajeros.
No recuerdo si estos barcos estaban siendo arrastrados por el agua o quedaron temporalmente varados por el retiro de esta después de la primera subida.

Todos los que estábamos en ese balcón natural al borde de la calle que iba a la plaza de la iglesia, comentábamos y nos admirábamos de lo que veíamos. Me parece que eramos todos varones.
En aquellos momentos, eran las 16.11hrs alguien exclamó:
  • !miren allá o miren la ola!
Levanté la vista de las cercanías y miré hacía el fondo de la bahía. Realmente no vi una ola sino una muralla que se había levantado en la lejanía de un lado al otro de la bahía que avanzaba rápidamente como doblándose sobre sí misma y que recordaba en grande las olas que había visto producidas por las ruedas de los molinos de agua.

Me resultó muy difícil calcular instantáneamente la altura de aquella muralla de agua que avanzaba hacía nosotros. Podía tener muchos metros de alta, sobre todo en el momento de la embestida. Creo que comentamos brevemente entre todos que había que huir y yo creo que empecé a gritárselo a la gente. Desde luego era fácil ya que teníamos , con solo cruzar la calle, a nuestras espaldas la empinada subida al cerro Milagros. La gente empezó a desbandarse en diferente direcciones y yo con otros empezamos a subir apresuradamente hacía el cerro. La calle era un callejón con casas a ambos lados. Llegados a una cuadra arriba el camino doblaba casi en angulo recto y subía siempres, pero las casas estaban ahora alejadas algo unas de otras. Había bastante gente en el camino, no sé si huyendo lcomo nosotros de abajo o bien de las que vivía en el cerro y sus alrededores. Llegamos finalmente a un lugar despejado bastante alto y nos volvimos a mirar porque desde allí se veía una parte de Corral Bajo hasta los cerros donde terminaban las calles. La ola no había llegado aun, pero casi enseguida embistió Corral y vimos como en un confuso y casi instantáneo revoltijo aquella ola repleta de restos de casas aplastaba todo aquel material contra la base de los cerros que dominaban todo Corral Bajo. Ahora lo suelo describir como esa destrucciones que aparecian películas de Kong. A mi alrededor la gente lloraba, o de rodillas imploraba perdón. Un hombre a mi lado agitaba unas llaves en el aire:
  • Esto es lo que me queda de mi casa
Yo me preguntaba si nuestra casa habría sido arrasada igualmente. Tenía poco que perder,. Los belgas tampoco perderían gran cosa ya que los enseres de la casa eran rústicos que yo había confeccionado con maderas de fortuna.
Gran parte de las gentes que estaban allí, pasados los primeros momentos declarban haber perdido todo. Solamente se preguntaban que es lo que iban a hacer y donde podrían refugiarse.
Yo me acordaba de las casas arriba de los cerros, abandonadas a causa del cierre de la Usina. Viviendas que yo había visitado en mis paseos, parecían en suficiente buen estado para guarecerse de la lluvia y el frío. Arriba había leña para hacer fuego y animales vacunos sueltos que en la emergencia coo alimento puesto que en las grandes catastrofes “todos los bienes son comunes”. No sé cuantos por mis reflexiones decidieron dirigirse al fundo “Quitaluto” pero fueron bastantes. Indudablemente a otras se les pudo ocurriórla misma idea.
La otra idea que se me ocurrió en mi ignorancia de estas situaciones de apremio pues se podría tontamente decir que era incitación al saqueo, era bajar a los escombros y recuperar, si era posible víveres de algún tipo de los almacenes destruidos. Evidentemente que aun no teníamos conciencia del grado de destrucción. La idea pareció buena y en grupo empezamos el descenso hacía Corral.
Llegado al balcón donde observamos la ola, no había destrucción y solamente el agua debió salpicar con más o menos fuerza el balcón y la calle. .La cercana plaza de la iglesia estaba normal lo mismo que el dispensario que había resistido el terremoto y por tanto también la pieza en que yo vivía y tenia mi taller de carpintería.
Seguimos hacía Corral Bajo por la calle al costado de la iglesia y a pocos metros comenzaba la destrucción. Llegados abajo en la desembocadura de la calle en cuesta apareció el formidable montón de desechos que tendría una altura media de unos tres metros.
De la desembocadura de la cuesta que daba al comienzo de los escombros venían saliendo de una pequeña casa varios hombre llevando en un somier el cadáver de un anciano con la cara cubierta de arena. Fue el único cadáver que vi´en esos días. Me interné en los escombros. Ya comenzaba a anochecer. No había progresado mucho en mi avance cuando desde arriba de nosotros escuché los gritos :
  • !Viene una tercera ola!
Corrí de nuevo cerro arriba. Pasé por mi pieza que estaba al lado de la iglesia y recogí mi manta de castilla y saco de dormir. Iría como lo estaba haciendo otra gente a refugiarme y dormir en el cerro Milagros.
Cuando empecé a subir por la calle del cerro me reuní con un grupo, ya estaba completamente oscuro, que me dí cuenta que eran los oficiales del Santiago. Ellos comentaban que no solo sería la tercera ola, sino que probablemente habría en la noche sucesivamente otras olas.
El Santiago solamente esperaba para partir con las máquinas en marcha, la vuelta de la oficialidad,. El Tercer Ingeniero, el único oficial a bordo ,comprendió que no llegarían y dio orden de soltar las amarras y enfrentar la ola,No hay una narración de como fue este enfrentamiento, lo que fue cierto que consiguieron salir de la bahía con averías que parece eran graves y navegar hasta la altura de la isla Mocha donde se hundió, sin que hubiese víctimas en la tripulación a lo que se supo.

Ya bastante arriba del el cerro me aparté del camino y busqué un lugar donde pasar la noche. Arranqué de un cerco unas dos tablas para aislarme de la tierra húmeda. Había mucha gente que había hecho lo mismo que yo, Incluso familias numerosas, pero estábamos diseminados a distancias variables. Continuaba temblando cada cierto tiempo. En algunas partes lejanas habían hecho hogueritas,. Se oían voces, llantos y según entraba la noche gente que llegaba y buscaba a los suyos gritando. Con esos gritos y los temblores pude escasamente dormitar algo. Yo que no había perdido a nadie, sentía la angustia de tanta gente cercana desesperada por los suyos que faltaban ignorando si estaban vivos o muertos.Los temblores se sucedían con mucha frecuencia.y había gente que gritaba y pedia misericordia a Dios y otras cosas de este estilo.
Cuando amaneció bajé a Corral..No se lo que hice. Probablemente fuí a mi pieza y más tarde a la casa del equipo a desayunar ya que en mi pieza-taller solamente trabajaba o dormía. El resto del tiempo lo pasaba en la casa del equipo. Desde luego no había electricidad y tampoco radio. No sabíamos lo que había ocurrido en el resto de Chile. Estabamos aislados ya que Corral en ese tiempo no tenía camino alguno que uniese con Valdivia por tierra sino por el rio Calle-calle. Pronto supimos que todas las embaracaciones estaban destruidas,, hundidas y deaparecidas, No habia ni un mísero bote. No se cuando Deschamps averiguó que existía una radio a pilas (poco recuentes en aquel tiempo) que tenía un francés que estaba a cargo de la liquidación de los decir de su liquidaciónAltos Hornos. Por él sesupo en Corral algo de la catástrofe en Valdivia y en el resto de Chile.

Tengo la imagen de los barcos que eran llevados como cajas de fósfors de un lado a otro e la bahia. Lo que no sé cuando pude ver. Esto. Supongo que en los úlimos momentos cuando aun miraba desde el balcón natural, sería cuando se estaba recogiendo la primera ola, o bien desde el cerro, pero esto me parece más incierto.

Cuando bajé del cerro el 23 en la mañana, descendí hasta la plaza del muelle. Las casas, generalmente oficinas y de la capitania del puerto habían desaparecido todas las de madera de las de ladrillo solo quedaban los esqueletos.
Mrando al mar la impresión era grande. L a superficie estaba completamente como un espejo, sin la menor ola o rizo. Parecía un mar de aceite, con algunos restos flotando ,pero no demasiados.Recuerdo qu alguien dijo:
  • El mar está asi porque pide perdón, exclamó alguien.

De ese día no recuerdo nada más. Solamente que llegaba mucha gente a la casa del equipo, personas acongojadas por haber perdido todo y quedado escasamente con un pobre vestido pegado al cuerpo. Supongo que suponiendo sque los “gringos” les podrían ayudar en algo. Ellos hablaban con Alejandro Deschamps. Habia una mujer tan desespeada y humillada por estar descalza que yo le dí mis sandalias.
Supongo que el resto del día lo pasamos con la gente y tratando de conocer algo de la completa destrucción..

Los dos barcos Haverbeck se habían hundido. El Carlos ,cargado de vigas de madera y harina, en medio de la bahia. En esos primeros días aun estaba fuera del agua el castillo de proa. Supimos que entre la primera y la segunda ola echaron la chalupa al agua, pero llegó la segunda ola y la estrelló contra el casco. Sus tripulantes desaparecieron. El resto de la tripulacción después de la tercera ola, echaron al agua la balsa de aluminio de emergencia y pudieron llegar hasta la playa de San Carlos a unos cuatro kilómetros al sur de Corral. llegaron esa isna noche hasta Corral.
Se cuenta como anecdota que cuando consiguieron saltar a tierra en medio de la oscuridadd más completa, alguien dijo:
  • ¿Qué hacemos de la balsa?
  • !Quedatela tú prorrumpieron los otros entre risas de alivio!
El otro barco ,el Canelo, no se veía desde Corral pero pronto supimos que estaba escorado fuertemente atravesado en el rio Calle-Calle frente al desembarcadero de la Isla del Rey. Después de la segunda ola la tripulación echó el bote salvavidas al agua y se embarcaron los que cabían en él desmbarcando sin contratiempos en la isla. La lancha volvió y se embaracaron los restantes. Entonces uno dijo:
  • Esperen que voy por mi abrigo.
Cuando volvió llegó la tercera ola y todos desaprecieron. Entre ellos el cocinero que era cuñado de la profesora de la esculea parroquial con la que teníamos amistad.
Esa noche del 23 volví a instalarme en el cerro como la mayoría de los habitantes de Corral temerosos de los continuos temblores y de que en la oscuridad no sabíamos si podría arremeter de nuevo el mar.

No sé si fue el 24 cuando empezó a llover violentamente, era domingo. Ese día tuve una de las experiencias que me han quedado más gravadas. Recuerdo que las gentes que se habían refugiado arriba en Quitalutos iban llegando a Corral Alto y a la plaza de la iglesia empadas, embarradas al máximo, algunas mujeres descalzas llevando en las manos lo que fueron sus elegantes zapatos de fiesta con los que habían huido ahora con los tacos rotos o reventados por la resbaladiza bajada desde el cerro. Pero no era solamente el aspecto, sino la desesperación con la que tataban de buscar un refugio entre amigos y conocidos. Finalmente se abrió la iglesia y la escuela parroquial y allí se pudieron refugiar al menos de la lluvia.

El resto del equipo belga permanecía en Valdivia imposibilitado de llegar. Creo que al tercer o cuarto día apareció el Tocho y le vimos llegar con admiración. Se trataba de un pequeño remolcador de madera a motor. Pronto supimos como se había salvado. Cuando comenzó la subida del rio con la primera ola el Tocho iba hacía Corral. El capitán tuvo la intuición rápida de que algo grave sucedía y se introdujo inmediatamente en un rio lateral, posiblemente el Cau-Cau. Alli remontó la corriente lo más que púdo y el pequeño remolcador se salvó. El Tocho fue nuestra única unión con Valdivia en los primeros días de nuestro aislamiento que duró cerca de un mes. Ceo que en el volvió el resto del equipo: Alain Bourtomboy, técnico agricola, Marie jadin Ayudante, Hilda Geerts modista, Ivo Brasseur y Dominga, la enfermera flamenca...



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