reflexiones

LUCIDEZ

Me pregunto si mi lucidez me está haciendo caer en una trampa existencial.
La conciencia de la muerte.
La reflexión sobre la inanidad de la vida.
El pensamiento de que todas las reflexiones sobre lo anterior no son sino DROGAS para buscar huidas ficticias de la realidad.
Mi lucidez no me permite el autoengaño en que observo sumergidos a gentes de mi edad.

Mis pensamientos acerca de la muerte no son, siquiera MIEDO, posiblemente una cínica comprensión que es algo que me puede suceder en cualquier momento. Algo igualmente tonto, puesto que a cualquier joven le puede suceder lo mismo. Indudablemente cuando se es joven uno se dopa más fácilmente con la ilusión de una larga vida y con el propósito de realizar grandes cosas que ya, ahora, se ven como inútiles telas de araña.

Desde luego lo que me sucede es algo que experimenta cualquier ser humano en su ocaso desde el momento que abandonando la vida natural de los orígenes nos hemos ido convirtiendo en arte-factos o según el mito del Génesis en conscientes del bien-mal.

Las religiones o corrientes espiritualistas en sus momentos de esplendor consiguieron crear drogas psíquicas para que supiésemos consolarnos frente a la muerte. Aun parecen efectivas, aunque las gentes, incrédulos, se aferren a ellas como última esperanza.

Creo que el dilema no es luchar con una realidad evidente, tratando de resolver un problema existencial derivado de nuestra naturaleza de seres vivos, sino buscar el frágil equilibrio emocional que, sin negar la lucidez, acepte jugar con los dados que se tienen.

El equilibrio, esa sabiduría innata que está inscrita en el simple hecho de que somos seres bípedos y que por lo tanto implica que tenemos que basarnos en nuestra propia energía dinámica y no en la estricta ley de la gravedad. Es muy simple, un muerto jamás puede mantenerse en pie. Ello no es solamente un fenómeno físico, sino que se aplica a todo nuestro comportamiento vital.
La circunstancia (en este caso nuestra mortalidad) es el caballo sobre el que tenemos que cabalgar en que el jinete verdadero se hace uno con él y disfruta de ello. La persona rígida que monta a caballo sufre, se martiriza y queda, generalmente, bastante llagada, maltrecha y dolorida. De nuevo me viene el pensamiento:
En la vida y la muerte

LA SABIDURIA ES GOZAR DE LO QUE SE ES Y SE TIENE

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