el tsunami
EL TSUNAMI DEL 21 DE MAYO DE 1960 EN CORRAL (VALDIVIA)
Hace exactamente 46 años que sucedió el terremoto que se juzgó el más cercano a cataclismo en los registros que se tienen.
Sucedió en Coral con epicentro frente a sus costas
Yo me encontraba en Corral. Había llegado en noviembre del año anterior.
Aunque olvido bastante el pasado ya que prefiero estar atento a mi presente todos los hechos que envuelven lo que viví en aquellos días tienen una nitidez extraña en mi mente..
Es cierto. Parte de esos acontecimientos los describí en mi primera novela “Guacha” que en un solo original espera mi muerte, amarillenta, para ser destruida
Si es que no lo hago yo antes.
¿Amargura? ¿Decepción?
Diré mejor que comprobación de que careciendo de contactos necesarios y poderosos en el mundo editorial nunca tuve posibilidad de accederla mismo.
Sin embargo con mis recuerdos podria reconstruir los hechos que me tocó vivir entonces. Como novelista sé muy bien separar el mito de la realidad. Sé, igualmente que no voy a relatar objetivamente el suceso puesto que únicamente lo conocí parcialmente y lo capté con mi propia sensibilidad.
Así comienzan mis recuerdos...
Vivo en una casa instalada a caballo sobre el fuerte español de Corral.
Desde ella diviso la plaza frente al puerto y los muelles. Es un DIA asoleado y tibio
Aprovecho el feriado para remolonear en la cama. Desde ella escucho los pitos de la. Banda de scouts marinos que pasean anunciando o festejando el hecho histórico. Salgo a pasear. Escucho los locutores histéricos de las radios dando cuenta de los destrozos, muertos y heridos causados por el terremoto del DIA anterior en Lota y Coronel. Esas voces nerviosas salidas de las casas me recuerdan las parecidas después de los bombardeos en la Europa de mi infancia.
Vuelvo a casa y almuerzo con el equipo belga con que vivo. No recuerdo los temas de conversación. No estábamos temerosos de que nos sucediera algo parecido.
Poco después llegan unos jóvenes, venían a invitarme a ver un partido de básquet, no lejos, en Corral Bajo en el Liceo nuevo. Este se encontraba muy ceca del mar. Las canchas de juego estaban separadas de la playa por una bajo cerco de piedras..Solamente unos metros más abajo estaba la marca de las mareas altas.
Nos sentamos sobre las piedras de espaldas al mar. Jugaban. Digo bromeando:
-¡Cabros, tengan cuidado si empieza a temblar caeremos “patas arriba”! ¿Cuánto tardó el primer remezón? No lo sé. Pero fuimos despedidos de nuestro asiento. La tierra se movía violentamente y debíamos abrir nuestras piernas para mantener el equilibrio como en la cubierta de un barco grande con tempestad.. Veía con susto las delgadas chimeneas de ladrillo del colegio cimbrearse peligrosamente. Miro hacia las calles que tenia delante y veo que dos casas caen en astillas al centro de la calle, (más tarde compruebo que eran dos casas abandonadas y podridas). Me vuelvo hacia la bahía ( unos cinco kilómetros de ancho) y veo el fuerte de Niebla enfrente como una fotografía movida. Los muchachos que veían sus casas temblar en los cerros de nuestra derecha (camino de Amargos) cerro de la Marina gritan y se dirigen al cerro a pesar de los derrumbes parciales de piedras. Yo deseo ir a mi casa. Salgo a la calle. Al otro lado la gente de la “vega” que vivía en pequeñas cabañas sobre sus puestos huyen despavoridas seguidas de sus perros. Todos parece nos dirigimos hacia lugares altos. Lego cerca del puente combado del estero que me separa de la Puntilla. La gente entre la que voy gritan:
-¡Salida de mar¡
Yo no comprendo nada. Instintivamente miro hacia el estero y veo que la corriente en vez de ir hacia el mar remonta con fuerza. La gente, casi toda, se dirige al altozano de la Iglesia y de Corral Alto. Yo me dirijo hacia la Plaza junto al muelle. Los temblores han continuado en con diversa intensidad pero no tan fuertes como el largo y primero. Trato de no pisar los cables de la electricidad esparcido por el piso. Llego a la plaza.
Veo junto al muelle la lancha de pasajeros, la gente se amontona sobre cubierta queriendo desembarcar, pero un marino se opone en el muelle a que se acerque, quizá pensando que el mar es más seguro que la tierra. La gente de la lancha vocifera y sobre sale sobre todas la gruesa voz del belga Alejandro Deschamps. Finalmente desembarcan y el agua está cubriendo el muelle y la gente chapotea hacia tierra firme.
Veo la plaza llena de grietas y entonces recuerdo haber escuchado esas grietas que se abren tragándose a personas. Sospecho que la plaza ha sido terreno ganado al mar con rellenos. Vuelvo hacia la Puntilla y alcanzo Corral Alto dirigiéndome a un balcón natural que estaba sobre la plaza y las grutas naturales que había detrás de ella. Miro el mar y veo diferentes casas de madera (en Corral lo eran casi todas) flotando. La Compañía de Bomberos que estaba frente a la plaza estaba flotando en la bahía y alguien en ella tocaba furiosamente la campana. Luego supe que era el cuartelero, quien se salvó.
Una de las personas que está mi lado me dice.
-¡Mire la ola1
Levanto la vista más lejos y veo a mitad de la bahía una muralla de agua que la cruza y avanza hacia nosotros. Aunque solamente tenia unos ocho metros de altura a todos nos pareció mucho más alta. Comprendo que puede llegar a nuestra altura, unos quince metros sobre la plaza, y empiezo a gritar a la gente de mi derredor que subamos al cerro que comienza a nuestras espaldas al otro lado de la calle. El Cerro Milagro.
La subida muy empinada comenzaba en una quebrada estrecha con casas a cada lado que la convertían en un cañón sin vista alguna. Ya bastante alto las casa de los lados se espaciaban y se tenia una vista sobre la bahía y parte de Coral Bajo.
Los gritos, gemidos y plegarias nerviosas de la gente me hicieron detener y mirar hacia el panorama. Vi entonces como la ola embestía las casas de Corral Bajo unas ocho o diez cuadras de largo por cinco de ancho y en segundos en una turbulencia de agua revuelta con maderos y toda suerte de cosas las estrellaba al
pie de los cerros como cajas de fósforos. Después se retiraban las aguas aun más grises de desperdicios. Miré hacia la bahía y dos de los barcos fondeados eran arrastrados de aquí para allá sin gobierno alguno, al garete como dicen los marinos. Estos barcos de unas dos mil toneladas cada uno eran a vapor y estaban sin presión ya que tenían las caldeas en limpieza. Había un tercer barco, la motonave Santiago que estaba a punto de zarpar y solamente esperaba al capitán y oficiales almorzando con el capitán de puerto. El primer ingeniero dio la orden de hacer frente a la ola y consiguió salir de la bahía pero tan averiado que se hundió frente a la isla Mocha en Talcahuano. La tripulación se salvó.
Yo me mantenía muy sereno como me suele ocurrir en estos momentos similares. Empecé a aconsejar a las desesperadas gentes que habian perdido absolutamente todo y que me rodeaban que subiesen a la montaña donde había un poblado abandonado con casas en relativo buen estado. Además encontrarían animales vacunos en el presupuesto que en caso de “necesidad extrema todos los bienes son comunes”. Guiado por el mismo concepto animé a un grupo de hombres a descender a Corral y en los desvastados almacenes tratar de recuperar alimentos para la gente. Ignoraba que podria haber sido acusado de saqueo en mi deseo de favorecer a la comunidad. De todas maneras nada se podía recuperar.
Un pequeño grupo descendimos a Corral. El agua se había retirado de nuevo y lo que había sido una población era un informe montón revuelto de restos informes de tres o cuatro metros de altura. Había descendido por el callejón que estaba al pie de la Iglesia. En ese momento varios hombres sacaban en una improvisada camilla muerto a un anciano que vivía allí cerca. Alguien me dijo que había sido estrangulado por los cables de la luz. El cadáver ceniciento estaba cubierto de arena. Deambulé unos momentos Ho los restos desorientado cuando oí los gritos que nos avisaban que estaba llegando la tercera ola. Volví corriendo por donde había venido. Comenzaba el rápido crepúsculo. Cuando emboqué la subida al cerro cruce un grupo de los oficiales el Santiago y al capitán del puerto. Me adelanté a ellos pero cuando llegué a la parte despejada la tercera ola había embestido y barrido de nuevo los restos en que hacia unos momentos había estado.
Nadie de quienes me rodeaba estaba dispuesto a bajar de nuevo ni siquiera a la parte no inundada de Corral Alto. Ni yo mismo que sabia que mi casa estaba en pie, ya que no sabíamos cuantas olas vendrían de nuevo ni su tamaño Además temblaba violentamente cada pocos minutos. La mayoria de las gentes estaban resignadas y solamente se hacían comentarios y se buscaba, en el campo un lugar donde hacer alguna fogata y descansar hasta el DIA siguiente. Yo busqué una depresión y arranqué un par de tablas de algún cerco. Solamente se distinguían algunas pequeñas fogatas, pero pronto empezaron a circular. En la oscuridad personas o grupos tratando de ubicar gritando a alguno de sus familiares. Esto duró parte de la noche. Hubo un tumulto mayor cuando llegaron los tripulantes y estibadores del Calos Haverweck que una vez encallado su barco en medio de la bahía, echaron al agua la balsa de aluminio y en tinieblas alcanzaron la costa cerca de San Carlos.
La noche transcurrió con numerosos temblores de diferente intensidad. Sollozos lejanos o cercanos. Frio. En momentos cabeceaba o dormitaba.
Al DIA siguiente cuando descendí a Corral lo único que recuerdo era un mar calmo con un estanque de aguas sucias, con desperdicios flotando.
Estos son mis recuerdos, hoy de este DIA terrible.
LOS DISD QUE SIGUIERON AL TSUNAMI
Así como el día del tsunami me parece firmemente anclado en mi memoria los recuerdos de los días siguientes aparecen como una serie de hechos dispersos, que no puedo fechar a excepción del tercer día, cuando empezó a llover en que me aparece nítida, como fotografía la imagen de las gentes mojadas y embarradas que bajaban de la montaña en busca de un refugio en casas de amigos y conocidos y los que las hallaban iban a la iglesia que no había sufrido daños estructurales visibles. Aquellas mujeres patéticas con sus vestidos domingueros empapados, descalzas y llevando aun en la mano sus inútiles zapatitos de taco de aguja.
Cuando después de la noche pasada en el cerro bajé a nuestra casa intacta a pesar de estar sobre el mar, lo primero que me llamó la atención es que este parecía una laguna de aguas estancadas ligeramente aceitosas y sin la menor onda. Más tarde alguien me diría que así ocurría siempre ya que el mar “pedía perdón”. En las aguas quietas y negruzcas flotaban insignificantes restos.
Corral había quedado sin luz eléctrica. En la planta de transformadores cercana a los Altos Hornos (siderurgica cerrada hacia pocos años) había sentado la ola uno de los grandes navíos de forma que más tarde pude observar la forma de la embarcación en las dobladas vigas de acero. Por lo demás los Altos Hornos, la Usina, como la denominaban en Corra había quedado absolutamente desvastada ya que las olas entraron de frente y empujaron todo hasta el fondo, al pie de los cerros, un kilómetro más lejos. Junto con la apocalipsis de restos, especialmente fierros de toda especie, maderos, trozos de mampostería de las edificaciones, en el fondo había un enorme lanchón de fierro con su cargamento intacto y seco: ¡Carbón vegetal!
Ese providencia cargamento nos defendería del frió a la mayoria de los habitantes del pueblo. En los días subsiguientes se nos autorizó para que cada familia pudiese ir a buscar un saco de carbón para cubrir las necesidades. Nosotros cocinábamos con electricidad y sin este carbón no sé lo que habríamos hecho. Yo fui a buscarlo. En estos días primeros perdí mis únicos zapatos. LA Aguada que así se denominaba el lugar donde estaba el lanchón se encontraba a sus tres o mas kilómetros del pueblo. I descalzo no era el problema, sino que todo el camino orilla de costa estaba erizado de fierros, alambrones, latas de techo... es decir un campo minado de objetos cortantes. Si ir fue difícil la vuelta cargado con el saco de unos treinta kilos fue más difícil. De todas maneras llegué sin accidente alguno, lo que fue una proeza. Ahora no recuerdo, pero seguramente seguí los pasos de los otros, mujeres y niños principalmente más avezados que yo.
El Canelo y el Carlos Haverweck eran barcos de vapor que quemaban mazut en sus calderas en vez de carbón. Estaban limpiando máquinas mientras cargaban. Los barcos en ese tiempo se amarraban en boyas distantes de la orilla y el cargamento se trasladaba en lanchones tirados por pequeños remolcadores. El cargamento del Carlos consistía madera de construcción y durmientes para el ferrocarril y harina en quintales de 40 kilos.
Las olas después de llevarlos de un lado a otro en la bahía como pequeñas cajas de fósforos, dejaron frente a Corral al Carlos y el Canelo lo subió algunos kilómetros por el río Calle Calle y lo dejó medio hundido y fuertemente escorado de estribor atravesado en el río frente a la isla del Rey.
Las tripulaciones de estos barcos no estaban completas pero sin embargo había algunos estibadores y niños de los que iban por diversos menesteres tales como llevar ropa lavada a los marineros o conseguir algún contrabando. Después de la primera ola echaron un bote salvavidas desde el Carlos y se embarcaron algunas personas. En ese momento llegó la segunda ola y destrozó el bote contra la costa. do del barco. La suerte de los tripulantes del bote fue incierta. Se decía que todos perecieron, luego se habló que uno habria aparecido vivo en una playa lejana.
El resto de la tripulación se salvó ilesa en la noche, cuando el barco se hundió en la balsa de aluminio.
La tripulación el Canelo permaneció a bordo. Después de la tercera ola ya escorado en el río, botaron el bote salvavidas e hicieron un viaje hasta la costa cercana de la isla del Rey. Volvió para recoger al resto de la tripulación. Estaba todos embarcados en la oscuridad cuando fueron demorados por unos que buscaba su abrigo. Una ola les hizo desaparecer.
Hubo una gran conmoción cuando al segundo o tercer DIA se avistó que llegaba un pequeño remolcador de madera, el “Tocho” comandado por el capitán Bustos. El dia del maremoto bajaba hacia Corral por el río desde Valdivia (14 Km río arriba) y dándose cuenta del peligro se interno por un río lateral, afluente y se pudo salvar. No traía noticias sino las devastaciones de río arriba.
En Corral en esos días no teníamos noticias de lo que había ocurrido en el resto del país, pues solamente se sabían unas pocas “de boca a oreja” puesto que solamente habian quedado dos radios a transistores, una de ellas de un ciudadano francés.
Finalmente, una semana después del tsunami, llegó el primer lanchón cargado con víveres y ropas para los damnificados. Creo que fue el bravo “ocho” quien lo remolcaba. Este barquito fue durante los primeros días nuestra única relación con Valdivia. Cuando se avistó el lanchón corrió la voz y nos reunimos harta gente frente a lo que había sido el muelle y plaza. En primera fila los estibadores. Cuando llegó el momento de descargar el lanchón los estibadores se negaron a hacer lo si alguien no se responsabilizaba de su pago. Finalmente descargamos los, por así decir, “civiles” llevando todo para su reparto a la segunda compañía de Bomberos en Corral Alto. Creo que fue un hecho bochornoso dentro del ambiente de solidaridad que aun reinaba en el pueblo. Los repartos acabaron con aquella solidaridad espontánea tan maravillosa de los primeros momentos.
La caleta de pescadores de Amargos había sido totalmente arrasada y todas las embarcaciones se perdieron a excepción de una goleta a motor que parece se encontraba en Valdivia. Los belgas con quien vivía habian traído por misión (una especie de ONG de ese tiempo) hacer de esos pescadores una cooperativa. Entonces se creó un grupo de carpinteros para hacer diez casas. Yo me integré a ellos y aprendí algo de la construcción de viviendas sencillas en madera. Utilizamos algunos de los restos que se habian recuperado. Luego mis compañeros me encargaron que reconstruyese una media-agua que había caído en el cerro Milagro propiedad de dos ancianos sin medios para hacerla levantar.
Antes de todo esto que fue bastante más tarde recorrí la costa hasta San Carlos ( unos 5 Km de Corral. Comprobé que en todo el borde de la costa se levantaba una muralla de desperdicios de dos o tres metros de altura. Las gentes que se habian refugiado en casas vecinas iban a ese ingente montón de escombros tratando de recuperar algo que sirviese: maderos, latas de techo, piezas de género... Había multitud de “allegados” gentes que habian perdido todo y estaban en casas o galpones de campesinos que Vivian sobre la costa. Entre ellos encontré un grupo muy especial: los que habian vivido en las grutas de Punta Galera. Yo había visitado a esas personas antes del maremoto. Eran unas diez familia que Vivian en amplias cuevas parcialmente arregladas y compartimentadas con tablas. Las cuevas parecían secas y abrigadas. El mar entró en ellas con fuerza, destruyó los pobres enseres y las hizo inhabitables. Estas familias eran todos pescadores o mariscadores muy pobres. Entre ellos el padre era ciego. Era urgente encontrar refugio para estos “allegados”. Se arbitró instalarlos en la Aguada en una población en buen estado que había pertenecido a los Altos Hornos. Yo fui el encargado de trasladar a la familia el ciego. Conseguimos la goleta que había quedado. No me acuerdo porqué situación llegó muy tarde a recogerme. La casa donde estaban alojados estaba lejos de la costa y todo aquello que habian ido recogiendo era bastante voluminoso. Aunque todos ayudaron se hizo tarde. Cambió la marea bajando. Llegamos frente a la Aguada anocheciendo. La embarcación no pudo llegar a la orilla. Nos tuvimos que lanzar al agua helada para llevar a las mujeres y niños sobre los hombros. Era difícil porque el fondo era ripio en el que uno se equilibraba mal. Luego repetidos viajes para ir amontonando en la orilla los bultos. Las viviendas se encontraban a dos kilómetros, Afortunadamente al final gentes que ya estaban viviendo en las casas bajaron a la playa para terminar el transporte. El esfuerzo hizo olvidar un poco el frió y la mojada.
Fue un año de aventura. El invierno se puso bastante lluvioso. Temporales muy fuertes. Se fue diluyendo la solidaridad el primer tiempo. Los sucesivos repartos se convirtieron en batallas campales, acusaciones y contra acusaciones. Los pescadores comprendieron que la cooperativa a la que estaban renuentes podía ser una buena solución...
ESTOS SON ALGUNOS DE MI S RECUERDOS DE AQUELLOS DIAS TRÁGICOS Y HERMOSOS EN ALGUNOS ASPECTOS.
Corral
Alto diri
Hace exactamente 46 años que sucedió el terremoto que se juzgó el más cercano a cataclismo en los registros que se tienen.
Sucedió en Coral con epicentro frente a sus costas
Yo me encontraba en Corral. Había llegado en noviembre del año anterior.
Aunque olvido bastante el pasado ya que prefiero estar atento a mi presente todos los hechos que envuelven lo que viví en aquellos días tienen una nitidez extraña en mi mente..
Es cierto. Parte de esos acontecimientos los describí en mi primera novela “Guacha” que en un solo original espera mi muerte, amarillenta, para ser destruida
Si es que no lo hago yo antes.
¿Amargura? ¿Decepción?
Diré mejor que comprobación de que careciendo de contactos necesarios y poderosos en el mundo editorial nunca tuve posibilidad de accederla mismo.
Sin embargo con mis recuerdos podria reconstruir los hechos que me tocó vivir entonces. Como novelista sé muy bien separar el mito de la realidad. Sé, igualmente que no voy a relatar objetivamente el suceso puesto que únicamente lo conocí parcialmente y lo capté con mi propia sensibilidad.
Así comienzan mis recuerdos...
Vivo en una casa instalada a caballo sobre el fuerte español de Corral.
Desde ella diviso la plaza frente al puerto y los muelles. Es un DIA asoleado y tibio
Aprovecho el feriado para remolonear en la cama. Desde ella escucho los pitos de la. Banda de scouts marinos que pasean anunciando o festejando el hecho histórico. Salgo a pasear. Escucho los locutores histéricos de las radios dando cuenta de los destrozos, muertos y heridos causados por el terremoto del DIA anterior en Lota y Coronel. Esas voces nerviosas salidas de las casas me recuerdan las parecidas después de los bombardeos en la Europa de mi infancia.
Vuelvo a casa y almuerzo con el equipo belga con que vivo. No recuerdo los temas de conversación. No estábamos temerosos de que nos sucediera algo parecido.
Poco después llegan unos jóvenes, venían a invitarme a ver un partido de básquet, no lejos, en Corral Bajo en el Liceo nuevo. Este se encontraba muy ceca del mar. Las canchas de juego estaban separadas de la playa por una bajo cerco de piedras..Solamente unos metros más abajo estaba la marca de las mareas altas.
Nos sentamos sobre las piedras de espaldas al mar. Jugaban. Digo bromeando:
-¡Cabros, tengan cuidado si empieza a temblar caeremos “patas arriba”! ¿Cuánto tardó el primer remezón? No lo sé. Pero fuimos despedidos de nuestro asiento. La tierra se movía violentamente y debíamos abrir nuestras piernas para mantener el equilibrio como en la cubierta de un barco grande con tempestad.. Veía con susto las delgadas chimeneas de ladrillo del colegio cimbrearse peligrosamente. Miro hacia las calles que tenia delante y veo que dos casas caen en astillas al centro de la calle, (más tarde compruebo que eran dos casas abandonadas y podridas). Me vuelvo hacia la bahía ( unos cinco kilómetros de ancho) y veo el fuerte de Niebla enfrente como una fotografía movida. Los muchachos que veían sus casas temblar en los cerros de nuestra derecha (camino de Amargos) cerro de la Marina gritan y se dirigen al cerro a pesar de los derrumbes parciales de piedras. Yo deseo ir a mi casa. Salgo a la calle. Al otro lado la gente de la “vega” que vivía en pequeñas cabañas sobre sus puestos huyen despavoridas seguidas de sus perros. Todos parece nos dirigimos hacia lugares altos. Lego cerca del puente combado del estero que me separa de la Puntilla. La gente entre la que voy gritan:
-¡Salida de mar¡
Yo no comprendo nada. Instintivamente miro hacia el estero y veo que la corriente en vez de ir hacia el mar remonta con fuerza. La gente, casi toda, se dirige al altozano de la Iglesia y de Corral Alto. Yo me dirijo hacia la Plaza junto al muelle. Los temblores han continuado en con diversa intensidad pero no tan fuertes como el largo y primero. Trato de no pisar los cables de la electricidad esparcido por el piso. Llego a la plaza.
Veo junto al muelle la lancha de pasajeros, la gente se amontona sobre cubierta queriendo desembarcar, pero un marino se opone en el muelle a que se acerque, quizá pensando que el mar es más seguro que la tierra. La gente de la lancha vocifera y sobre sale sobre todas la gruesa voz del belga Alejandro Deschamps. Finalmente desembarcan y el agua está cubriendo el muelle y la gente chapotea hacia tierra firme.
Veo la plaza llena de grietas y entonces recuerdo haber escuchado esas grietas que se abren tragándose a personas. Sospecho que la plaza ha sido terreno ganado al mar con rellenos. Vuelvo hacia la Puntilla y alcanzo Corral Alto dirigiéndome a un balcón natural que estaba sobre la plaza y las grutas naturales que había detrás de ella. Miro el mar y veo diferentes casas de madera (en Corral lo eran casi todas) flotando. La Compañía de Bomberos que estaba frente a la plaza estaba flotando en la bahía y alguien en ella tocaba furiosamente la campana. Luego supe que era el cuartelero, quien se salvó.
Una de las personas que está mi lado me dice.
-¡Mire la ola1
Levanto la vista más lejos y veo a mitad de la bahía una muralla de agua que la cruza y avanza hacia nosotros. Aunque solamente tenia unos ocho metros de altura a todos nos pareció mucho más alta. Comprendo que puede llegar a nuestra altura, unos quince metros sobre la plaza, y empiezo a gritar a la gente de mi derredor que subamos al cerro que comienza a nuestras espaldas al otro lado de la calle. El Cerro Milagro.
La subida muy empinada comenzaba en una quebrada estrecha con casas a cada lado que la convertían en un cañón sin vista alguna. Ya bastante alto las casa de los lados se espaciaban y se tenia una vista sobre la bahía y parte de Coral Bajo.
Los gritos, gemidos y plegarias nerviosas de la gente me hicieron detener y mirar hacia el panorama. Vi entonces como la ola embestía las casas de Corral Bajo unas ocho o diez cuadras de largo por cinco de ancho y en segundos en una turbulencia de agua revuelta con maderos y toda suerte de cosas las estrellaba al
pie de los cerros como cajas de fósforos. Después se retiraban las aguas aun más grises de desperdicios. Miré hacia la bahía y dos de los barcos fondeados eran arrastrados de aquí para allá sin gobierno alguno, al garete como dicen los marinos. Estos barcos de unas dos mil toneladas cada uno eran a vapor y estaban sin presión ya que tenían las caldeas en limpieza. Había un tercer barco, la motonave Santiago que estaba a punto de zarpar y solamente esperaba al capitán y oficiales almorzando con el capitán de puerto. El primer ingeniero dio la orden de hacer frente a la ola y consiguió salir de la bahía pero tan averiado que se hundió frente a la isla Mocha en Talcahuano. La tripulación se salvó.
Yo me mantenía muy sereno como me suele ocurrir en estos momentos similares. Empecé a aconsejar a las desesperadas gentes que habian perdido absolutamente todo y que me rodeaban que subiesen a la montaña donde había un poblado abandonado con casas en relativo buen estado. Además encontrarían animales vacunos en el presupuesto que en caso de “necesidad extrema todos los bienes son comunes”. Guiado por el mismo concepto animé a un grupo de hombres a descender a Corral y en los desvastados almacenes tratar de recuperar alimentos para la gente. Ignoraba que podria haber sido acusado de saqueo en mi deseo de favorecer a la comunidad. De todas maneras nada se podía recuperar.
Un pequeño grupo descendimos a Corral. El agua se había retirado de nuevo y lo que había sido una población era un informe montón revuelto de restos informes de tres o cuatro metros de altura. Había descendido por el callejón que estaba al pie de la Iglesia. En ese momento varios hombres sacaban en una improvisada camilla muerto a un anciano que vivía allí cerca. Alguien me dijo que había sido estrangulado por los cables de la luz. El cadáver ceniciento estaba cubierto de arena. Deambulé unos momentos Ho los restos desorientado cuando oí los gritos que nos avisaban que estaba llegando la tercera ola. Volví corriendo por donde había venido. Comenzaba el rápido crepúsculo. Cuando emboqué la subida al cerro cruce un grupo de los oficiales el Santiago y al capitán del puerto. Me adelanté a ellos pero cuando llegué a la parte despejada la tercera ola había embestido y barrido de nuevo los restos en que hacia unos momentos había estado.
Nadie de quienes me rodeaba estaba dispuesto a bajar de nuevo ni siquiera a la parte no inundada de Corral Alto. Ni yo mismo que sabia que mi casa estaba en pie, ya que no sabíamos cuantas olas vendrían de nuevo ni su tamaño Además temblaba violentamente cada pocos minutos. La mayoria de las gentes estaban resignadas y solamente se hacían comentarios y se buscaba, en el campo un lugar donde hacer alguna fogata y descansar hasta el DIA siguiente. Yo busqué una depresión y arranqué un par de tablas de algún cerco. Solamente se distinguían algunas pequeñas fogatas, pero pronto empezaron a circular. En la oscuridad personas o grupos tratando de ubicar gritando a alguno de sus familiares. Esto duró parte de la noche. Hubo un tumulto mayor cuando llegaron los tripulantes y estibadores del Calos Haverweck que una vez encallado su barco en medio de la bahía, echaron al agua la balsa de aluminio y en tinieblas alcanzaron la costa cerca de San Carlos.
La noche transcurrió con numerosos temblores de diferente intensidad. Sollozos lejanos o cercanos. Frio. En momentos cabeceaba o dormitaba.
Al DIA siguiente cuando descendí a Corral lo único que recuerdo era un mar calmo con un estanque de aguas sucias, con desperdicios flotando.
Estos son mis recuerdos, hoy de este DIA terrible.
LOS DISD QUE SIGUIERON AL TSUNAMI
Así como el día del tsunami me parece firmemente anclado en mi memoria los recuerdos de los días siguientes aparecen como una serie de hechos dispersos, que no puedo fechar a excepción del tercer día, cuando empezó a llover en que me aparece nítida, como fotografía la imagen de las gentes mojadas y embarradas que bajaban de la montaña en busca de un refugio en casas de amigos y conocidos y los que las hallaban iban a la iglesia que no había sufrido daños estructurales visibles. Aquellas mujeres patéticas con sus vestidos domingueros empapados, descalzas y llevando aun en la mano sus inútiles zapatitos de taco de aguja.
Cuando después de la noche pasada en el cerro bajé a nuestra casa intacta a pesar de estar sobre el mar, lo primero que me llamó la atención es que este parecía una laguna de aguas estancadas ligeramente aceitosas y sin la menor onda. Más tarde alguien me diría que así ocurría siempre ya que el mar “pedía perdón”. En las aguas quietas y negruzcas flotaban insignificantes restos.
Corral había quedado sin luz eléctrica. En la planta de transformadores cercana a los Altos Hornos (siderurgica cerrada hacia pocos años) había sentado la ola uno de los grandes navíos de forma que más tarde pude observar la forma de la embarcación en las dobladas vigas de acero. Por lo demás los Altos Hornos, la Usina, como la denominaban en Corra había quedado absolutamente desvastada ya que las olas entraron de frente y empujaron todo hasta el fondo, al pie de los cerros, un kilómetro más lejos. Junto con la apocalipsis de restos, especialmente fierros de toda especie, maderos, trozos de mampostería de las edificaciones, en el fondo había un enorme lanchón de fierro con su cargamento intacto y seco: ¡Carbón vegetal!
Ese providencia cargamento nos defendería del frió a la mayoria de los habitantes del pueblo. En los días subsiguientes se nos autorizó para que cada familia pudiese ir a buscar un saco de carbón para cubrir las necesidades. Nosotros cocinábamos con electricidad y sin este carbón no sé lo que habríamos hecho. Yo fui a buscarlo. En estos días primeros perdí mis únicos zapatos. LA Aguada que así se denominaba el lugar donde estaba el lanchón se encontraba a sus tres o mas kilómetros del pueblo. I descalzo no era el problema, sino que todo el camino orilla de costa estaba erizado de fierros, alambrones, latas de techo... es decir un campo minado de objetos cortantes. Si ir fue difícil la vuelta cargado con el saco de unos treinta kilos fue más difícil. De todas maneras llegué sin accidente alguno, lo que fue una proeza. Ahora no recuerdo, pero seguramente seguí los pasos de los otros, mujeres y niños principalmente más avezados que yo.
El Canelo y el Carlos Haverweck eran barcos de vapor que quemaban mazut en sus calderas en vez de carbón. Estaban limpiando máquinas mientras cargaban. Los barcos en ese tiempo se amarraban en boyas distantes de la orilla y el cargamento se trasladaba en lanchones tirados por pequeños remolcadores. El cargamento del Carlos consistía madera de construcción y durmientes para el ferrocarril y harina en quintales de 40 kilos.
Las olas después de llevarlos de un lado a otro en la bahía como pequeñas cajas de fósforos, dejaron frente a Corral al Carlos y el Canelo lo subió algunos kilómetros por el río Calle Calle y lo dejó medio hundido y fuertemente escorado de estribor atravesado en el río frente a la isla del Rey.
Las tripulaciones de estos barcos no estaban completas pero sin embargo había algunos estibadores y niños de los que iban por diversos menesteres tales como llevar ropa lavada a los marineros o conseguir algún contrabando. Después de la primera ola echaron un bote salvavidas desde el Carlos y se embarcaron algunas personas. En ese momento llegó la segunda ola y destrozó el bote contra la costa. do del barco. La suerte de los tripulantes del bote fue incierta. Se decía que todos perecieron, luego se habló que uno habria aparecido vivo en una playa lejana.
El resto de la tripulación se salvó ilesa en la noche, cuando el barco se hundió en la balsa de aluminio.
La tripulación el Canelo permaneció a bordo. Después de la tercera ola ya escorado en el río, botaron el bote salvavidas e hicieron un viaje hasta la costa cercana de la isla del Rey. Volvió para recoger al resto de la tripulación. Estaba todos embarcados en la oscuridad cuando fueron demorados por unos que buscaba su abrigo. Una ola les hizo desaparecer.
Hubo una gran conmoción cuando al segundo o tercer DIA se avistó que llegaba un pequeño remolcador de madera, el “Tocho” comandado por el capitán Bustos. El dia del maremoto bajaba hacia Corral por el río desde Valdivia (14 Km río arriba) y dándose cuenta del peligro se interno por un río lateral, afluente y se pudo salvar. No traía noticias sino las devastaciones de río arriba.
En Corral en esos días no teníamos noticias de lo que había ocurrido en el resto del país, pues solamente se sabían unas pocas “de boca a oreja” puesto que solamente habian quedado dos radios a transistores, una de ellas de un ciudadano francés.
Finalmente, una semana después del tsunami, llegó el primer lanchón cargado con víveres y ropas para los damnificados. Creo que fue el bravo “ocho” quien lo remolcaba. Este barquito fue durante los primeros días nuestra única relación con Valdivia. Cuando se avistó el lanchón corrió la voz y nos reunimos harta gente frente a lo que había sido el muelle y plaza. En primera fila los estibadores. Cuando llegó el momento de descargar el lanchón los estibadores se negaron a hacer lo si alguien no se responsabilizaba de su pago. Finalmente descargamos los, por así decir, “civiles” llevando todo para su reparto a la segunda compañía de Bomberos en Corral Alto. Creo que fue un hecho bochornoso dentro del ambiente de solidaridad que aun reinaba en el pueblo. Los repartos acabaron con aquella solidaridad espontánea tan maravillosa de los primeros momentos.
La caleta de pescadores de Amargos había sido totalmente arrasada y todas las embarcaciones se perdieron a excepción de una goleta a motor que parece se encontraba en Valdivia. Los belgas con quien vivía habian traído por misión (una especie de ONG de ese tiempo) hacer de esos pescadores una cooperativa. Entonces se creó un grupo de carpinteros para hacer diez casas. Yo me integré a ellos y aprendí algo de la construcción de viviendas sencillas en madera. Utilizamos algunos de los restos que se habian recuperado. Luego mis compañeros me encargaron que reconstruyese una media-agua que había caído en el cerro Milagro propiedad de dos ancianos sin medios para hacerla levantar.
Antes de todo esto que fue bastante más tarde recorrí la costa hasta San Carlos ( unos 5 Km de Corral. Comprobé que en todo el borde de la costa se levantaba una muralla de desperdicios de dos o tres metros de altura. Las gentes que se habian refugiado en casas vecinas iban a ese ingente montón de escombros tratando de recuperar algo que sirviese: maderos, latas de techo, piezas de género... Había multitud de “allegados” gentes que habian perdido todo y estaban en casas o galpones de campesinos que Vivian sobre la costa. Entre ellos encontré un grupo muy especial: los que habian vivido en las grutas de Punta Galera. Yo había visitado a esas personas antes del maremoto. Eran unas diez familia que Vivian en amplias cuevas parcialmente arregladas y compartimentadas con tablas. Las cuevas parecían secas y abrigadas. El mar entró en ellas con fuerza, destruyó los pobres enseres y las hizo inhabitables. Estas familias eran todos pescadores o mariscadores muy pobres. Entre ellos el padre era ciego. Era urgente encontrar refugio para estos “allegados”. Se arbitró instalarlos en la Aguada en una población en buen estado que había pertenecido a los Altos Hornos. Yo fui el encargado de trasladar a la familia el ciego. Conseguimos la goleta que había quedado. No me acuerdo porqué situación llegó muy tarde a recogerme. La casa donde estaban alojados estaba lejos de la costa y todo aquello que habian ido recogiendo era bastante voluminoso. Aunque todos ayudaron se hizo tarde. Cambió la marea bajando. Llegamos frente a la Aguada anocheciendo. La embarcación no pudo llegar a la orilla. Nos tuvimos que lanzar al agua helada para llevar a las mujeres y niños sobre los hombros. Era difícil porque el fondo era ripio en el que uno se equilibraba mal. Luego repetidos viajes para ir amontonando en la orilla los bultos. Las viviendas se encontraban a dos kilómetros, Afortunadamente al final gentes que ya estaban viviendo en las casas bajaron a la playa para terminar el transporte. El esfuerzo hizo olvidar un poco el frió y la mojada.
Fue un año de aventura. El invierno se puso bastante lluvioso. Temporales muy fuertes. Se fue diluyendo la solidaridad el primer tiempo. Los sucesivos repartos se convirtieron en batallas campales, acusaciones y contra acusaciones. Los pescadores comprendieron que la cooperativa a la que estaban renuentes podía ser una buena solución...
ESTOS SON ALGUNOS DE MI S RECUERDOS DE AQUELLOS DIAS TRÁGICOS Y HERMOSOS EN ALGUNOS ASPECTOS.
Corral
Alto diri
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