narración Eva
EVA DESNUDA
SI.
¡Estoy desnuda! ¡Así me parieron!
¿Por qué me miras con tanto asombro?
¿Te repugna mi cuerpo?
¿Lo temes?
¿Lo deseas?
¿Lo desprecias?
No lo estimas porque no me encuentro en la vitrina de un prostíbulo elegante o bailando obscenamente en un cabaret. Porque no pagas para que desnudándome exccite tu sexo.
Estoy desnuda porque es mi natural, porque me da gusto. Mi cuerpo desea, anhela estar en contacto con todo lo que le rodea: el sol, el aire, la lluvia, la arena, el viento…. Así fue durante milenios.
Lo sé. No tengo derecha a gozar de mi cuerpo. Ofendo el pudor de los machos.
¡Hipócritas!
No tengo derecho a gozar sino a ser gozada.
Ser un instrumento de placer.
Mi deber es ser púdica.
¡Madre de familia!
¿Cómo llegar a serlo? Por el precio de pertenecer a un solo macho que me poseyó vestida.
¿Unos trozos de tela me hacen púdica?
Señales, cerrojos que pertenezco a un solo macho que me considera su posesión, prohibida para todso los otros machos.
¡Ah! Tengo un derecho duramente adquirido de pasearme unos días en el año “vestida” con tres minúsculos trozos de tela para deleite social y permitido de los machos tumbados en la arena.
¿Por qué no puedo hacerlo en mi ciudad, casa o barrio?
Si, lo sé. Cierta ropa no importa que subraye obscenamente mi cuerpo, ya que lo hace valer más engañando con lo que no poseo o exagerando lo que poseo.
Refinado arte de la mentira.
Así como es mi cuerpo desnudo, no me avergüenzo de el. Me gusta así como es con sus defectos, faltas, excesos… porque así no hay mentiras. Es siempre hermoso.
Cierto, me asquea cuando tú lo conviertes en instrumento de tu lujuria, macho libidinoso. Cuando lo usas desnudo para publicitar tu cerveza, tus autos o tus cigarrillos… y crees así poderme consumir reducida perpetuamente al papel de prostituta.
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SI.
¡Estoy desnuda! ¡Así me parieron!
¿Por qué me miras con tanto asombro?
¿Te repugna mi cuerpo?
¿Lo temes?
¿Lo deseas?
¿Lo desprecias?
No lo estimas porque no me encuentro en la vitrina de un prostíbulo elegante o bailando obscenamente en un cabaret. Porque no pagas para que desnudándome exccite tu sexo.
Estoy desnuda porque es mi natural, porque me da gusto. Mi cuerpo desea, anhela estar en contacto con todo lo que le rodea: el sol, el aire, la lluvia, la arena, el viento…. Así fue durante milenios.
Lo sé. No tengo derecha a gozar de mi cuerpo. Ofendo el pudor de los machos.
¡Hipócritas!
No tengo derecho a gozar sino a ser gozada.
Ser un instrumento de placer.
Mi deber es ser púdica.
¡Madre de familia!
¿Cómo llegar a serlo? Por el precio de pertenecer a un solo macho que me poseyó vestida.
¿Unos trozos de tela me hacen púdica?
Señales, cerrojos que pertenezco a un solo macho que me considera su posesión, prohibida para todso los otros machos.
¡Ah! Tengo un derecho duramente adquirido de pasearme unos días en el año “vestida” con tres minúsculos trozos de tela para deleite social y permitido de los machos tumbados en la arena.
¿Por qué no puedo hacerlo en mi ciudad, casa o barrio?
Si, lo sé. Cierta ropa no importa que subraye obscenamente mi cuerpo, ya que lo hace valer más engañando con lo que no poseo o exagerando lo que poseo.
Refinado arte de la mentira.
Así como es mi cuerpo desnudo, no me avergüenzo de el. Me gusta así como es con sus defectos, faltas, excesos… porque así no hay mentiras. Es siempre hermoso.
Cierto, me asquea cuando tú lo conviertes en instrumento de tu lujuria, macho libidinoso. Cuando lo usas desnudo para publicitar tu cerveza, tus autos o tus cigarrillos… y crees así poderme consumir reducida perpetuamente al papel de prostituta.
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